Transformaciones de la vivienda en Guadalajara en el siglo XX. Del Porfiriato a la Globalización.
- Dr. Carlos Arturo Morales Ruvalcaba
- 28 ene 2015
- 30 Min. de lectura

El siglo XX, para la historia de la arquitectura de Guadalajara, como en muchas ciudades del país, es el período de máxima transformación. Aquí se presenta una revisión de los momentos mas sobresalientes en el género doméstico de esos cien años, que van de la culminación del gobierno porfiriano al fenómeno de unificación cultural de las últimas décadas del siglo. Con ejemplos significativos, se señalan los cambios de la vivienda en la ciudad, y sus principales causas y actores.El siglo XX, para la historia de la arquitectura de Guadalajara, como en muchas ciudades del país, es el período de máxima transformación. Aquí se presenta una revisión de los momentos mas sobresalientes en el género doméstico de esos cien años, que van de la culminación del gobierno porfiriano al fenómeno de unificación cultural de las últimas décadas del siglo. Con ejemplos significativos, se señalan los cambios de la vivienda en la ciudad, y sus principales causas y actores.

1. Chalet de descanso. Avenida Vallarta. Principios del siglo XX. Foto: Arturo Morales.
Introducción.
La casa en un sentido amplio y utilitario, es el lugar donde se habita. No importan su condición, los materiales de que dispone, la tendencia de estilo o la definición de sus programas, su composición o sus formas. Tampoco importa el costo o si la construyó un arquitecto de renombre o el mismo que la habita. La casa es ese espacio personalizado al que se pertenece integralmente, el territorio de nuestro yo mas personal, expuesto en un espacio limitado, reducto de la vida privada, donde se desarrollan las actividades mas estimadas de nuestra individualidad, afectivas, intelectuales, emotivas y racionales, en continua interacción con nuestros mas allegados.
Siendo la arquitectura entre las artes, la materialización más completa y fiel de los niveles de realidad del hombre y su comunidad, es en el género doméstico, por ser con mucho el dominante en la ciudad, donde se pueden leer como una sucesión histórica, los cambios del escenario social que fueron quedando impresos en las construcciones domésticas con cada innovación.
La casa alberga las acciones de nuestra dualidad biológica e intelectual, cuerpo y alma si se quiere. Alimentación y descanso espiritual. Protección, intimidad, refugio y afecto. Tranquilidad y diversión. Festejo y meditación. Estas siguen siendo las necesidades básicas que puede cubrir la casa. Un zaguán, un patio lleno de fresco verde, ventilación y luz del sol. Sala de costura, salón de visitas. Habitaciones y servicios. Cocina y comedor y si están bien las cosas hasta un pequeño huerto al fondo. Este ha sido, con sus naturales variantes económicas, el esquema popular tradicional de la casa de Guadalajara, desde los primeros tiempos coloniales. Gruesos paredones de adobe, soportando una cubierta de viguería de madera, con una cama de ladrillo en petatillo y terrado algunos. Otros tejas sobre madera, suficientes para aguantar los aguaceros del temporal y devolver al ambiente aroma de tierra mojada. Esbeltos ventanales de herrería de barrotes redondos con plomos en los travesaños. Calles empedradas, puertas de gruesas maderas y visillos en los cristales para ver sin dejarse ver. Pisos de ladrillo de barro y cuando lo hubo, mosaico o cemento con color integrado, o acaso en los patios, tierra tal cual, regada y barrida. Espacio, soleado y ventilado, tranquilidad provinciana, pregones en las calles por la mañana y al caer la tarde. Así vivieron las familias tapatías por siglos.
Pero esa vida reposada ha sido poco a poco transformada con el paso del tiempo, y los cambios fueron más abruptos en los últimos cien años. La sociedad y su estructura política, económica y cultural no es la misma que la que dejó Porfirio Díaz al abandonar el poder al iniciar el siglo XX. México se despertaba del sueño romántico de la pax porfiriana con el estruendo de la primera revolución social, conmoción que se prolongó por diez años de lucha armada y dejo una secuela de altercados por el dominio del poder entre uno líderes y otros, dejando al final una sociedad en desconcierto, que se tomó otros veinte años en reorganizarse para continuar su desarrollo.
La arquitectura doméstica de la ciudad de Guadalajara, que por su condición periférica tuvo más espacio para vivir esa tranquilidad con un discurso cotidiano de vida con tiempos más lentos, hubo de tomar su propio camino después de asentados los levantamientos de la revuelta social. Esa languidez de ciudad provinciana que se disolvió al avanzar el siglo, tiene inscrito su registro en la arquitectura, y muy particularmente en el desarrollo del género doméstico, con las transformaciones que los nuevos conocimientos de las ciencias, y las modalidades expresivas de las artes le fueron imprimiendo. Los acontecimientos históricos, que eventualmente dieron un giro al desarrollo de la sociedad, dejaron también su impronta en el modo de hacer y vivir la casa, lo mismo en la que surge del trabajo profesional, como la que nace de las tradiciones populares.
Una nueva valoración de viejas construcciones ha transformado las fincas habitacionales, en monumentos históricos o artísticos y algunas de ellas se han reconocido como parte del patrimonio cultural de la ciudad, por los eventos de la historia y de las artes que las han involucrado, y se les han agregado un rasgo cualitativo fuera de lo arquitectónico, que en su origen no tuvieron. Las innovaciones en los sistemas de construcción han inducido cambios en las formas de los edificios y la introducción de materiales industriales ha modificado su apariencia. Así la arquitectura habitacional, ha aportado al paisaje urbano fincas que se conservaron como testimonio contextual de un pasaje de importancia histórica, otras permanecen como testigos vivos de un momento culminante en el cambio de la arquitectura o como muestra del clímax de un lenguaje arquitectónico que ya fue rebasado y ya perdió su vigencia original. Algunas otras son muestra de materiales, acabados, o técnicas de oficios olvidados que ya no se aplican más.
En su aspecto espacial, ya sea por el orden en su organización, o por la introducción de nuevas necesidades, las modificaciones impuestas por el tiempo sobre la manera de hacer casa, no son tan obvias, aunque sean quizá, las esenciales en cuanto a la arquitectura. Los cambios culturales, que en el último siglo modificaron la vida familiar de los tapatíos, han hecho surgir espacios domésticos no necesarios anteriormente y otros han desaparecido, el paso del caballo al automóvil es un caso elocuente.
Así, considerando lo anterior, los cambios pueden revelarse por las cualidades formales o por las disposiciones espaciales. Movidos, estos dos aspectos, por la sucesión de corrientes o estilos en el arte, que proponen nuevas lenguajes de expresión o nuevas actitudes ante los materiales de que se dispone en el momento. Por otra parte, hay condiciones fuera de lo arquitectónico que son asimiladas a la vivienda por simples avances de lo que se ha llamado progreso en todas las áreas del conocimiento que repercuten en la creación y vida útil de una casa. La noción de velocidad y de tiempo, los avances tecnológicos en los medios de difusión, el manejo de la energía ya sea natural o producida por el hombre. Las nuevas actitudes ante la conservación del equilibrio ecológico, la incontenible explosión demográfica con la marcada tendencia a la urbanización de la población, la creciente demanda de seguridad, son solo algunos de los factores de mas impacto. El tratamiento de la casa como un producto que se comercializa sujeto a las presiones de la economía, es modificado por factores de mercado, que solo por la creciente demanda, exige soluciones mas económicas y rápidas. La escasez de suelo urbanizado, el costo de los créditos, las políticas institucionales, los programas oficiales de vivienda y sus modalidades extremas, han creado toda una subespecie del género doméstico que se aleja conforme se encarecen los insumos, el suelo y el crédito, de lo que estrictamente pudiera llamarse arquitectura.
La composición multifactorial de las causas de las transformaciones e innovaciones en la vivienda han abierto el panorama de la oferta haciendo aparecer en el paisaje de la ciudad modalidades diversas, creadas por las normatividades gubernamentales, por aspectos de oferta y demanda, por generación espontánea, si se pueden llamar así las creaciones populares de mas bajos recursos. También por modas y tendencias, y muy pocas como consecuencia de las corrientes y estilos vigentes, proyectadas y construidas por profesionales con formación académica.
En los albores del siglo XX la casa tuvo como arquetipo el palacete porfiriano, la mansión familiar, la quinta de descanso, la casa de campo, el chalet de descanso para las clases pudientes (foto1), en la periferia de la Guadalajara de los primeros cincuenta años del siglo. La vecindad o el cuarto redondo, la casa de los barrios populares de esquemas compositivos y formas tradicionales, que desde luego eran mayoría abrumadora, para quienes disponían de menos. Es la arquitectura sin arquitecto que el pueblo construye, que frecuentemente resulta con mucho, una digna competidora de la construida por los profesionales y que combina de manera diferente, creativa, espontánea, los lenguajes populares y estilísticos, con el ingenio que da la estrechez económica y la ausencia de prejuicios académicos.
El Funcionalismo que arriba a Guadalajara en los años treintas, la sencillez práctica de las formas y la rapidez y economía que facilitaban, fue aprovechado por los promotores, sin consideración del movimiento como expresión de un contexto cultural, para promover la inversión fácil, rápida y redituable. Se inauguró el concepto industrial de las casas en serie, aplicado en los conjuntos para obreros de finales de la tercera década. El regionalismo y el naciente movimiento moderno, prolongó su influencia hasta la mitad del siglo. El funcionalismo agilizo la producción, redujo los tiempos de construcción y ofreció oportunidades para una participación mas abierta de la industria en el mercado de la vivienda. Las instancias institucionales hicieron su parte, que aprovecharon y lanzaron al mercado conceptos como, Casa mínima, Casa de interés social, Pie de casa, etc.
En torno a la sexta y séptima década del siglo, los inversionistas se volcaron sobre el negocio de la vivienda para venta y las compañías constructoras hicieron innumerables promociones que arrancaron desde los años cincuenta, urbanizando y construyendo fraccionamientos de nivel medio y residencial, en la periferia de la ciudad, con terrenos y casas en serie para venta, Cerro del tesoro, Las Águilas, Revolución, Estadio Jalisco, Alcalde Barranquitas, Lagos del Country, Colinas de la Normal, Jardines de la Cruz, Paseos del Sol, Independencia, y muchos mas, que aprovecharon el explosivo crecimiento demográfico de Guadalajara que pasó en menos de cuarenta años, de 1960 al año 2000, de uno a cuatro millones de habitantes. El condominio vertical de cuatro niveles o menos, comenzó a cambiar la horizontal del paisaje urbano, fue parte de la solución a la vivienda popular y media, privada e institucional y siguió construyéndose hasta el presente con modalidades de todos los niveles económicos.
La economía de este período estuvo marcada por las profundas crisis económicas nacionales que llegaron hasta los años ochenta, los recursos familiares se vieron drásticamente reducidos y diminuyó notablemente la posibilidad de hacerse construir una casa con medios propios. Esto amplió el mercado de las empresas constructoras especializadas en vivienda y una vez superados los estragos de las devaluaciones, culminando con la última gran crisis de diciembre de 1994, vendría en los noventas una creciente participación del sistema bancario con nuevas fórmulas de financiamiento hipotecario que a su vez darían otro impulso más al mercado de la vivienda.
En los últimos veinte años del siglo, pueden observarse, solo por señalar lo más notorio, algunos factores de cambio en la estructura social y cultural de la ciudad que inciden definitivamente en las transformaciones de la vivienda, tanto en sus aspectos formales y espaciales, como en los de la cantidad de unidades construídas.
Uno es, la enorme exigencia que significa la incontrolable escalada demográfica y automotriz, acompañada de la polarización social de los niveles económicos, que ha propiciado la construcción de mas y mas viviendas populares y medias en nuevas urbanizaciones principalmente al sur de la ciudad, y la oferta de fraccionamientos residenciales no comparables en número y mucho menos en recursos invertidos en el norponiente de la ciudad ya sólidamente conurbada. Otro, la renovada tendencia al aprovechamiento vertical de la infraestructura urbana ahora con propuestas de gran lujo con arquitectos de renombre internacional parece que, si no en gran escala, puede dar un nuevo giro a la forma de vivir y de construir el espacio habitable, cuando menos de un sector de la población, si no el mas numeroso, si el mayor consumidor de satisfactores.
Otro factor no propiamente de la arquitectura sino de quienes la hacen, es la gran demanda de construcciones nuevas para la vivienda, que ha rebasado a los profesionales que la proyectan y la construyen. Si no en cuanto a la capacidad de producción, si en cuanto a la calidad arquitectónica de los proyectos. La popularización de los lenguajes de corrientes y estilos contemporáneos e históricos, ha desembocado en un manejo escenográfico de las formas, por la carencia de una sólida cultura arquitectónica o por presiones de mercado. Modas y comercialismo, reproducción más que creación, reclaman nuevos profesionales y un marco normativo que logren inducir el cambio hacia una arquitectura equilibrada, entre las ciencias, las artes y las nuevas realidades socioeconómicas locales.
Otro diagnóstico desde el que se puede considerar el desarrollo de la vivienda en la ciudad durante los últimos cien años, es el que pudiera obtenerse de un análisis estadístico. Sería revelador estudiar la vivienda por sus dimensiones, niveles de inversión por unidad, modalidades formales o por la especialidad de quien la construye, y saber con razonable veracidad, cuantas de cada categoría, tiene la ciudad. Conocer cualidades, más allá de los servicios de electricidad, agua y drenaje. Características menos cuantificables, como la calidad arquitectónica, considerando en que nivel se encuentra respecto a los avances en países desarrollados. Conocer cuantas viviendas de las que tiene la ciudad, logran satisfacer las necesidades de sus usuarios, sería de utilidad para lograr un mapa aproximado de la calidad de la vivienda en Guadalajara.
De todas las posibilidades que se abrieron a las modalidades de la arquitectura doméstica, que surgieron a lo largo del siglo, pocas tienen un vínculo directo con las corrientes y estilos de vanguardia. Son escasos los ejemplos destacados, vista la vivienda como arquitectura, si se considera la abrumadora cantidad de posibilidades comerciales, populares y espontáneas construidas en los últimos cien años. Pero el seguimiento histórico del desarrollo de la arquitectura habitacional como expresión artística, puede valerse de una sola concreción de nuevas ideas, para inspirar nuevas soluciones.
Desarrollo Histórico.
La arquitectura de influencia europea del siglo XIX, que derivó en el eclecticismo, fue la herencia estilística de la arquitectura del porfiriato a México, y la ciudad de Guadalajara no fue excepción. Aún existen ejemplos bien conservados de las casonas porfirianas, construidas en las dos primeras décadas del siglo XX, obras de los ingenieros Luis Ugarte Vizcaíno, Aurelio Aceves, Salvador Ulloa. Casonas célebres del período porfiriano, como la de Alcalde 299 esquina con Angulo del arquitecto Guillermo de Alba (foto 2), o del arquitecto Alfredo Navarro Branca, en Guadalupe Zuno 1087 esquina con Marsella. Otras dos obras del arquitecto Luis Prieto Souza son la de General San Martín 172, que ostenta una terraza al frente con cubierta sostenida por pares de columnas y otra casona ejemplar que aún se puede apreciar a pesar de las modificaciones, en Chapultepec 287. Todas con generosidad en el predio, los espacios y la calidad de los materiales, integrados en un repertorio ecléctico de formas historicistas.

2. Eclecticismo. Alcalde 299. Arq. Guillermo de Alba. Foto: Arturo Morales.
En las décadas posteriores al inicio del levantamiento revolucionario, de los años veintes y treintas, la producción ecléctica se empobreció y pasó de la realizada con materiales pétreos, 3. Eclecticismo económico. Avenida Hidalgo 111. Foto Arturo Morales. de canteras y basaltos, con herrerías de calidad y diseño propio, a la ornamentación con argamasa, sobre todo las de clase media en las construcciones domésticas. (foto 3).

3. Eclecticismo económico. Avenida Hidalgo 111. Foto Arturo Morales.
El Gobierno del Lic. José Guadalupe Zuno 1923 a 1926, fue el marco de fondo de grandes transformaciones modernizadoras de la ciudad. Se funda la Universidad de Guadalajara, el 12 de octubre de 1925…… se automatiza la telefonía, nace la comunicación de larga distancia…… y se introduce la radio. Se construye el mercado de San Juan de Dios, como acento a la vocación comercial de la ciudad. Se hace la rectificación del trazo de la calzada Independencia…… y las calles de la ciudad se cubren de empedrados.[1]
El auge que acarrean las obras públicas y los frecuentes alzamientos en el medio rural inducen los movimientos migratorios de la población hacia la ciudad, en busca de progreso y seguridad. Hay un incremento notable en la construcción de viviendas en este momento cuando el ecléctico de las clases altas del porfiriato se pone al alcance de la clase media en ascenso, que al empobrecer sus materiales y calidad de ejecución y diseño se disuelve en un manierismo afectado que raya en ocasiones en lo ingenuo.
José Vasconcelos, secretario de educación con Plutarco Elías Calles, en la década de los veintes, hace la invitación a Diego Rivera que se encontraba en París, acción que marca el inicio del movimiento muralista de vocación historicista y didáctica. Son tiempos de búsqueda de una identidad para el perfil cultural de la centenaria nación renovada por la revolución social. Una respuesta se encontró en el pasado colonial, que en el contexto local, produjo una tendencia regionalista con la que se construyeron las primeras obras del cambio porfiriano hacia una arquitectura local.
Aquí, Guadalajara crece hacia el poniente y se levantan numerosas viviendas, con lo que se acentúa la diferencia económica marcada por la Calzada independencia, entre los que tienen más y los que tienen menos, diferencia que se hace patente en las tendencias de las construcciones domésticas.
Neocolonialismo.
En torno a la segunda y tercera décadas el eclecticismo cae poco a poco en desuso del gusto de las clases altas que ya buscaban en las influencias europeas nuevas formas de expresión, pasando a ser preferencia de las clases medias que ahora podían vestirse del prestigio que el estilo daba a las familias porfirianas, con las consecuentes deformaciones y bajas de calidad de la imitación superficial popular.
El vacío de identidad que necesitaba el país, se valió del profundo acervo histórico del arte mexicano, y atrajo la arquitectura colonial como fuente de recursos formales, la nueva postura se acompañó de una búsqueda en el pasado prehispánico produciendo paralelamente el Neoindigenismo.
La intención neocolonial, se concretó en lo formal, sin profundizar en la composición de espacios y organización programas. Sus recursos expresivos quedaron en la superficie, con la reproducción imitativa de elementos decorativos como copones, balaustradas y pináculos en los remates, de los edificios. Molduras mixtilíneas, cornisas y repisones. Canteras cinceladas con motivos simbólicos del barroco en jambas y marcos de puertas y ventanas. Ocasionalmente el popularmente conocido como ojo de buey o cuadrifolio con ovas y óculos para abrir fuentes de luz en los muros. También aparecieron muros recubiertos de azulejos o tezontle y en algunas casos se agregaron columnas deformadas en sus proporciones, tritostilas, salomónicas o estípite. Todo esto inspirado en la riqueza formal de los estilos traídos de Europa a través de la corona española, desde el plateresco renacentista hasta las audacias extremas del barroco del siglo XVIII. Sus recursos formales fueron utilizados solo como elementos decorativos, con la factura y materiales modestos que el presupuesto permitía.
La Escuela libre de Ingenieros, fundada por Ambrosio Ulloa en 1904, formó a algunos de los mas célebres arquitectos de la primera mitad del siglo XX como Pedro Castellanos, Rafael Urzúa, Ignacio Díaz Morales y Luis Barragán. Con una visión de la arquitectura mas humanista y con esto, mas cercana al Arte, lo que abrió un panorama mas amplio de recursos expresivos. En los terrenos despejados por demolición de la Penitenciaría de Escobedo, que permitió la apertura de la avenida Vallarta, fueron ellos quienes en los años treintas, impulsaron con sus proyectos, la propuesta de proyectos modernistas que introducirían el cambio de materiales y formas tradicionales, como los derivados de las tierras, piedras y maderas por las nuevas posibilidades que ofrecían el concreto y el acero. No solo las obras nuevas expresaron las nuevas tendencias, hubo entre los propietarios la inclinación de acercarse a la nueva arquitectura que llegaba a la ciudad. Producto de ese cambio innovador de la década de los treintas, fueron algunas obras de esta generación. La remodelación de la casa del doctor Luis Farah en la Av. Vallarta 1697, realizada en 1937 por Rafael Urzúa, es ejemplo sobresaliente entre las construidas en este momento de cambio (foto 5).

4. Neocolonialismo. Casa Zuno. J. Guadalupe Zuno esquina con Unión. Ing. Arnulfo Villaseñor. Foto: Arturo Morales.

5. Casa Luis Farah. Arq. Rafael Urzúa. Avenida Vallarta 1697. Foto: Arturo Morales.
Existen aún diversos ejemplos en la arquitectura doméstica popular y clase media, pero difícilmente se encuentran ejemplos tan completos como la casa Zuno. Las construcciones domésticas llevaron a sus fachadas detalles que recordaban el estilo vigente en la décadas de 1920 y 1930 proyectándose en algunos casos hasta la mitad del siglo. Tres casas de autor desconocido construidas en 1935, dos en las calles de Jesús González Ortega 419 y 421 y otra Herrera y Cairo 485, sirven de modesto testimonio.
Paralelamente, en las décadas arriba citadas hubo influencias diversas que adornaron las fachadas de nuevas construcciones sin afectar los programas tradicionales, sobre todo en las de clase media. Un eclecticismo basado en elementos decorativos con detalles tomados de diversas corrientes. Detalles desarticulados del ecléctico porfiriano, influencias de líneas del Arte Decó, algunas herrerías y molduras del Arte Nouveau. Figuras en argamasa de inspiración zoomorfa, vegetal o antropomorfa, como cariátides, Querubines, leones alados, águilas. Tomados del barroco, elementos aislados como, almohadillados, roleos, frontones modificados, molduras y cornisas, repisones, hornacinas, listeles y mascarones, guirnaldas y festones utilizados a discreción y sin apego a ninguna norma académica.
Regionalismo.
Por los años treintas. hubo entre los arquitectos egresados de la ya citada Escuela libre de Ingenieros, la visión de dar a la ciudad un toque propio al neocolonialismo ya aceptado a nivel nacional e impulsado por el apoyo oficial y privado, incluyendo en sus obras elementos formales de la de arquitectura tradición local. La volumetría se manifiesta mas claramente, con acabados más limpios y texturas rústicas, en el interior se da un nuevo valor al patio. Los jardines se complementan con bancas de albañilería, acabadas con azulejo o ladrillo de barro. Se introdujeron texturas, colores, materiales locales de tradición popular, y algunos detalles de la arquitectura mediterránea que se mezclaron con las influencias difundidas principalmente por Luis Barragán tomadas de las obras de Ferdinand Bac al regreso de su viaje por Europa en 1925. Se utiliza la teja de medio punto en aleros, remates de bardas, celosías y pretiles, se introducen detalles de madera torneada que se combinan con vitrales de platos de vidrio soplado. Se hacen puertas y ventanas de gruesas maderas, adornadas con hierro laminado y remaches metálicos. Se abren huecos triangulares o de estrella que suplen la ausencia de ornamentación. Se colocan faroles en el exterior y se adorna con nichos y efigies las esquinas y remates de la casa.
Hay que decir que la asimilación por los arquitectos que se valieron de la tendencia, no fue imitativa y superficial. Una observación cuidadosa de lo que queda de sus obras, alcanza a revelar que la aplicación de los elementos coloniales, regionales y europeos, fortalecen la inclinación de ofrecer espacios que indujeran una atmósfera de serena espiritualidad, que iban con el concepto de lo que debía ser la casa: Un oasis dentro del bullicio citadino…, a decir del arquitecto Luis Barragán, citado en Espacios color y formas en la Arquitectura de Guadalajara 1910 - 1942.
Algunos ejemplos sobresalientes de casas construidas en este período regionalista, aún se pueden apreciar en lo que queda de la obra de los arquitectos Luis Barragán como la casa de la familia González Luna en José Guadalupe Zuno 2083 y la casa Cristo en Pedro Moreno 1671. Del arquitecto Rafael Urzúa, una casa en Bruselas 145, otra en la esquina nororiente de Unión y la Paz. Del arquitecto Pedro Castellanos, una en Pedro Moreno1683, otra en excelente estado, la casa de la Familia Rébora, en Lerdo de Tejada 2052, y dos casas del ingeniero Enrique González Madrid en Unión 174 y 177.
De la producción en este periodo del arquitecto Luis Barragán, solo a manera de muestra del período regionalista, son destacables dos casas. La construida para el licenciado González Luna en José Guadalupe Zuno 2083 y la casa del Sr. Robles Castillo en la Avenida Vallarta 1095, esquina sureste con Argentina.
Funcionalismo.
La composición de los espacios tradicionales de la casa tapatía, no sufrió grandes alteraciones hasta aquí, la década de los treintas, en cuanto a los espacios programados permaneció tal como los conquistadores la trajeron de la península. El ingreso desde la calle, por un pasillo o zaguán que desembocaba en un patio, desde el cual las demás dependencias eran accesibles. Metros cúbicos y número de habitaciones de más o de menos, según los medios de que se disponía. Algunas con un salón especial para visitas, música o costura. El clima y la tradición así lo exigían, pero las cosas pronto habrían de suceder de diferente manera, por presiones económicas y de una inminente creciente demográfica que iría en aumento hasta finales del siglo.
En el Gobierno de Everardo Topete a finales de la década de los treintas, se intenta una solución para el problema de habitación para obreros y campesinos, se proyecta una casa habitación tipo con costo bajo. La economía se inicia en la industrialización, superando su etapa de ciudad agrícola y comercial. Aparecen en los años treintas, las primeras obras del movimiento moderno, conocido en México como Funcionalismo.
El antecedente sentado por los célebres egresados de la Escuela Libre de Ingenieros, y la llegada del racionalismo que favoreció la disminución de los tiempos en la edificación, además de otros factores, económicos y culturales fueron detonantes clave para el crecimiento de la ciudad y la transformación de la fisonomía de la arquitectura en general, la doméstica incluida, a favor de proyectos menos arraigados con las tradiciones y mas inclinados a resolver las presiones que representaban la exigencia de suelo urbanizado, rapidez en el proceso constructivo, disminución en el costo y el uso creciente del automóvil. Todo catalizado por factores derivados del crecimiento económico y demográfico. Guadalajara contaba en 1900 con 101 208 habitantes, en 1921 ya eran 143 556 habitantes. En 1930, ya eran 179 556 tapatíos avecindados. Y en 1940, la cifra llegó a 229 235 según datos del Instituto de Geografía y Estadística de la Universidad de Guadalajara.
Allí fue cuando la casa tradicional heredada de la Guadalajara colonial e independiente, fue transformándose en patrimonio histórico y artístico, quedando solo como atento espectador del arribo de la casa metropolitana. La vivienda se convierte en producto de mercado, típica de las grandes ciudades, transformándose y alejándose de los espacios generosos, y los programas surgidos de una vida provinciana, lenta y arraigada a su pasado cultural. Las dimensiones del espacio, de la superficie, se redujeron en función de la ganancia y las exigencias normativas de las instituciones que manejaban el crédito y el capital, cuyo interés principal, nada tenía que ver con los valores clásicos de la arquitectura.
La arquitectura ya no se apegó más a los cánones académicos de formas estilísticas. Un estudio más profundo de las características del problema particular a resolver y de las condiciones contextuales del sitio, sería el origen de las formas y los materiales necesarios. No se repitieron mecánicamente los recursos de un estilo previamente dado. Los espacios limitarían sus dimensiones a las necesidades funcionales, sin excesos y con desiciones racionales. El patio de arraigo secular en la casa deja de ser el centro de la composición. Se prescindiría de los elementos decorativos, quedando los muros vacíos sin más agregado que el color o la textura y en algunos casos un mesurado juego de volúmenes. Los vanos en los muros no se repetirían en sus formas y dimensiones para componer la fachada de acuerdo a un estilo dado, sino que serían las ventanas adecuadas al espacio interior a iluminar y ventilar, el resultado sería una variedad de tamaños y alturas. Los techos, generalmente de concreto, se prolongan para generar sombras y protecciones. Se construyen apoyos verticales aislados de sección circular, se hacen puertas y ventanas de hierro de perfiles estructurales, todo con una sobriedad que no permite diversidad en el color más allá de blancos y grises.
Entre 1930 y 1940 el número de vehículos automotores pasó de 890 a 3000 [2]. Poco a poco su penetración en la ciudad y dentro de la casa, fue creando entre los usuarios la demanda de un espacio para albergar los vehículos y algunos enseres para su servicio, esto modificaría la apariencia exterior de la casa considerando las dimensiones del ingreso necesario y el volumen del espacio, rasgos que agregaron un elemento que en su momento debió ser manifestación de modernidad, pero que sin advertirlo, fue la avanzada de una creciente invasión de tecnología que se manifestaría en combinación con las formas arquitectónicas en el programa de la vivienda.
De ese momento modernista se pueden citar algunas obras. Del arquitecto Ignacio Díaz Morales, las casas, de Lerdo de Tejada 2151 de la familia Moragrega y la de Marcos Castellanos 70 construidas en 1939. También la casa del Sr. Bernardo Corvera de 1948, en la venida Américas 303, esquina sur poniente con la calle Angulo. Y del arquitecto Rafael Urzúa existe en buen estado, la casa ubicada en Marcos Castellanos 52.
La fundación de la Escuela de Arquitectura de la U. de G.
La perseverancia visionaria del arquitecto Ignacio Díaz Morales al fundar la Escuela de Arquitectura en los últimos meses de 1948 para iniciar cursos en enero del siguiente año [3], dio un nuevo aliento a la arquitectura local en la siguiente década. Gracias a la obras de sus primeros egresados formados por una élite intelectual, la casa tapatía comenzó a vestir los conceptos del movimiento moderno.
Escribe el arquitecto Julio de la Peña: Sorprendente fue la década de 1930 a 1940, en la que se siente el nacimiento de una tendencia firme, originada en las teorías funcionales…… que habría de exigir al final de la siguiente década (1º de noviembre de 1948) la creación de la Escuela de Arquitectura…Ya las primeras generaciones, trataron de dar a la arquitectura de Guadalajara su verdadero sentido, prescindiendo de toda importación formal y sujetando su expresión exclusivamente a los resultados de estudios concretos sobre las condiciones del clima, de los materiales, de la cultura y de las formas de vida locales…[4] era inminente un cambio en el modo hacer la arquitectura, alejándose de moldes estilísticos, para convertirla en un producto de la cultura local, apoyándose en el conocimiento científico del contexto.
Las tres décadas siguientes, cincuentas, sesentas y setentas en las que el movimiento moderno transforma Guadalajara, coinciden con una expansión económica y demográfica, que se manifiesta en la construcción de nuevos fraccionamientos y la realización de proyectos urbanos y de equipamiento que consolidan el peso de la ciudad en la región. Fueron artífices de esa transformación los egresados de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, y de otras instituciones que ofrecieron posteriormente nuevas alternativas para la formación profesional de ingenieros y arquitectos, cuando ya en la primera institución no fue posible atender la demanda generada por la concentración poblacional, el crecimiento de la ciudad y su influencia en la región.
La cantidad de proyectos importantes por su trascendencia en el urbanismo y la arquitectura es abrumadora, muchos de ellos fueron pioneros en el desarrollo de nuevos subcentros de desarrollo, otros dieron a la ciudad espacios abiertos en la cerrada retícula del centro histórico y otros mas marcaron un hito en el desarrollo de la arquitectura local. Es incuestionable, en todos, la trascendencia que a través de sus egresados tuvo el proyecto fundador del Arquitecto Ignacio Díaz Morales en la Universidad de Guadalajara para la cultura arquitectónica de la región. La plaza Juárez, frente al Parque Agua Azul, la Glorieta Minerva y la casa de la Cultura, y el entonces Boulevard La Fayette, ahora avenida Chapultepec, obras todas del arquitecto Julio de la Peña.
Aparece el Mercado de San Juan de Dios, y el primer centro comercial de la región occidente, Plaza del Sol, que rompería la hegemonía comercial tradicional del centro histórico, ambos del arquitecto Alejandro Zohn. El Auditorio del Estado, del arquitecto Julio de la Peña, marcó un hito con sus 90 metros de claro, con una innovadora cubierta sostenida por tensores. Se construyen los primeros edificios que inician la posibilidad de crecimiento vertical de la ciudad, el Condominio Guadalajara, también del arquitecto de la Peña, construído en 1962 y en terrenos vecinos, al siguiente, año el antiguo Hotel Hilton. El arquitecto Eric Coufal construyó el Teatro Experimental, y el arquitecto Salvador de Alba, el conjunto universitario de Ciencias Sociales y Humanidades y la Escuela Normal Regional.
Las aperturas y ampliaciones de avenidas que se iniciaron en las primeras décadas con acciones de demolición para la Avenida Vallarta, continuaron en estos treinta años con la desaparición de numerosos edificios coloniales testigos insuperables de la historia de la arquitectura de la ciudad. Los cortes en la retícula colonial cedieron la calle a la presencia del automóvil. Juárez y 16 de septiembre, La avenida La Paz, la avenida Revolución, la avenida Hidalgo. Otras dos demoliciones a gran escala, éstas, en el corazón del centro histórico de la ciudad fueron, una, la que permitió la apertura del espacio simbólico de la Cruz de Plazas del arquitecto Ignacio Díaz Morales, y otra, la que cedió el espacio a la Plaza Tapatía, y continuó la visual desde el Teatro Degollado hasta la fachada del Hospicio Cabañas.
Toda una revolución arquitectónica y urbana, que enterró para siempre el pasado provinciano de la ciudad de Guadalajara. En cuanto a la construcción del género habitacional, solo en la década de los sesentas, cuando la ciudad alcanzó el millón de habitantes se abrieron a la urbanización 113 fraccionamientos. Este explosivo crecimiento no volverá a repetirse sino hasta la última década del siglo veinte y los primeros años del presente, en el corredor que se forma al sur de la mancha urbana, con la prolongación de la avenida López Mateos, la antigua salida a Morelia, los poblados que une la carretera y el municipio de Tlajomulco de Zúñiga.
La vivienda de los cincuentas a los setentas.
La casa de construcción industrial, tratada como mercancía, fabricada por cientos y miles, repitió incansablemente el mismo proyecto básico. Hubo aportaciones en los sistemas constructivos, con los que se introdujeron materiales industriales como el block de jalcreto, el concreto y el acero que han desplazado poco a poco a los fabricados artesanalmente, como el ladrillo de barro cocido usado tradicionalmente para bóvedas de cuña en las cubiertas y en los muros.
Espacialmente la vivienda masiva se ha adaptado a la economía en las dimensiones. El patio de la casa de principios del siglo ha sido degradado a patio de servicio, lugar de basura, tendedero y artículos del aseo. Persisten los núcleos básicos pero en ocasiones se reducen a una presencia casi simbólica. No cabe ni la insinuación de una intención espacial expresiva propiamente arquitectónica. Aparecieron todas las modalidades posibles para ofrecer al comprador una solución práctica a sus necesidades, con el menor esfuerzo económico: casas en serie, casas dúplex, casa mínima, casa de interés social. Condominio vertical (foto 6), condominio horizontal, condominio residencial condominio popular. Las viviendas institucionales y las construidas por los sindicatos para sus afiliados tuvieron como barrera determinante la escasez de presupuesto, los resultados estuvieron siempre marcados por la estrechez y el hacinamiento. A falta de una sólida propuesta plástica, la envolvente espacial, intenta vestirse con simbólicas reminiscencias que el Neocolonialismo y el Regionalismo dejaron en las casas de la primera mitad del siglo, en su mayoría movidos solo por una imitación mecánica, que acumula elementos de uno y otro momento de la arquitectura, sobreponiéndolos solo para cubrir el horror al vacío .

6. Condominio vertical de cuatro niveles. Foto Arturo Morales.
La casa de autor, la de los profesionales de la arquitectura con un prestigio reconocido, fueron permeando con casos notables pero lamentablemente esporádicos, los movimientos internacionales al paisaje de la calles de la ciudad, en la vivienda de calidad media y residencial). El público fue asimilando los nuevos lenguajes y posteriormente los aplicaría en la versión popular, es decir sin un sentido compositivo y propio del momento. Algunos ejemplos emblemáticos muestran resonancias de las corrientes vigentes de la arquitectura internacional de las últimas décadas, casos excepcionales perdidos en una abrumadora cantidad de nuevas viviendas cuya cualidad dominante es la escenografía fachadista que intenta cubrir la monotonía de los proyectos (foto 7).

7. Casas en serie. Escenografía fachadista, monotonía en los proyectos. Foto: Arturo Morales.
En 1976 se celebró la exposición fotográfica de la obra del arquitecto Luis Barragán en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el mismo año el gobierno de México le otorgó el Premio Nacional en artes. En 1980 se le reconoció con el Premio Pritzker. El aval de la comunidad internacional, motivó la aceptación generalizada de su obra como sólido referente de una postura que valora el estímulo de la parte espiritual sobre las necesidades funcionalistas de la arquitectura. Por su influencia, se introducen en la casa actual algunos rasgos de lo que nos legó el Regionalismo y detalles de la obra madura del arquitecto Luis Barragán, en convivencia con los elementos, aire, luz, vegetación, agua. Dominio del plano de los muros sobre los vanos. Espacios generosos con matices de espiritualidad, juegos de luz y sombras proyectadas, pergolados, alguna fuente, texturas y el protagonismo del color. No se puede decir al final del milenio, que su influencia se haya agotado.
Los últimos veinte años.
Imponderables, como los sismos devastadores de 1987, o factores inducidos como la creación de proyectos de alcance regional, centros comerciales, infraestructura en educación, y salud, la concentración industrial, mas la instalación de empresas extranjeras generadoras de empleo, provocaron nuevas crecientes poblacionales de dimensiones nunca previstas. De la década de los sesentas al año 2000 la población de la ciudad, ahora conurbada con los municipios vecinos de Tlaquepaque, Tonalá, Zapopan, y Tlajomulco se aproxima a los cinco millones. El número de vehículos automotores que circulan en la ciudad pasó de 700 000 a 1 400 000 solo en los últimos cinco años.[5]
El condominio se sembró en Guadalajara en la década de los setenta, y las condiciones del mercado inmobiliario favorecieron su proliferación, abonada desde luego por la demanda y el encarecimiento derivado de una inflación desbordada, para que arraigara definitivamente como una especie oportunista, y siguiera reproduciéndose ininterrumpidamente, transformándose con el tiempo en un bosque de edificios en los fraccionamientos de alta densidad o en su versión menos comprimida popularizada como Condominio Horizontal, antecedente inmediato de la versión residencial: el muy generalizado Coto (foto 8).

8. El Coto. Respuesta a la inseguridad y encarecimiento del suelo urbano. Foto: Arturo Morales.
De la delincuencia sin control, la inseguridad en todos los niveles, y la redensificación del suelo urbano, nació el Coto. Grupos de viviendas encerradas con un cerco perimetral ingreso restringido y vigilancia privada. Las actividades escolares y laborales de toda la familia, dejan las viviendas expuestas a la delincuencia exigiendo acciones de seguridad que modifican los programas de urbanización, la agrupación, el tamaño y la forma de la casa. Con mayor o menor calidad de proyecto y construcción, Cotos residenciales, medios o populares, el Coto, es la fórmula que se ha mantenido, principalmente por la imposibilidad de garantizar la seguridad de los bienes y las personas. Otra alternativa actual, consecuencia de los altos costos del suelo urbano y la exigencia de un mayor rendimiento de la inversión, además de brindar una mayor seguridad a los usuarios, es, como ya se señaló, el desarrollo vertical (foto 9).

9. Condominio Residencial. Desarrollo vertical de la vivienda. Foto Arturo Morales.
La otra cara de la moneda la presenta la vivienda de bajo costo, institucional y privada hecha para venta. Presionadas por los mismos problemas de inseguridad y altos costos del suelo, se han desplazado a la periferia abriendo nuevas urbanizaciones a precios más competitivos. La vivienda privada individual y la gran mayoría de la que ofertan las compañías desarrolladoras, inmersas en el juego de la movilidad de mercancías, se encuentra presa en una confusión de corrientes e influencias de moda que caen en absurdas representaciones escenográficas (foto 10).

10. Copismo absurdo. Confusión y vacío en la cultura arquitectónica. Foto: Arturo Morales.
El vacío de cultura arquitectónica.
Eventualidades éstas, propias de las grandes ciudades que han ocasionado respuestas superficiales en la arquitectura habitacional. La envolvente sigue atrapada en reminiscencias desordenadas de corrientes lejanas o recientes. Puede encontrarse algún intento de Postmodernismo doméstico popular, Geometrismo, muy adaptado a la vivienda, detalles de lo que los corredores inmobiliarios llaman estilo Hacienda. El gastado Minimalismo, Expresionismo, Brutalismo. Cursilería e ingenuidad involuntaria, Kitsch y Naïf, y en la construcción popular espontánea un torrente de improvisaciones de la pobreza (foto 11).

11. Autoconstrucción. Improvisaciones de la pobreza. Foto: Arturo Morales.
No es posible hacer un análisis cuantitativo de cada tendencia, aunque sería valioso para un diagnóstico sobre la arquitectura doméstica local. Según los datos del conteo nacional de vivienda obtenidos por el INEGI en el 2005, la suma de viviendas en los municipios de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y Tlajomulco es de 800 230. Arriba del 95% del total cuentan con servicios de energía eléctrica, agua y drenaje El inconveniente es que los datos técnicos de instalaciones incluyen todas las viviendas, aún las de autoconstrucción y algunas que son solo refugios levantadas con materiales deleznables sin ninguna conexión con la arquitectura profesional, y la disposición de energía eléctrica, agua y drenaje no hacen la Arquitectura.
Tal vez el vicio mas aberrante que se ha ensañado con la arquitectura doméstica sin distinción de nivel económico cuyas causas habrá que buscarlas en la falta generalizada de difusión de una sólida cultura arquitectónica, sea la proliferación absurda de la Cúpula, que va mucho mas lejos del kitsch. Síntoma suficiente para reconsiderar los nuevos lenguajes expresivos de la arquitectura, en cuanto objetivación de una estructura de pensamiento, en todos los niveles de participación del proceso de hacer la ciudad.
En el siguiente párrafo, Joseph María Montaner, asume el problema: El siglo XX comportó un cambio drástico en la manera de afrontar la forma arquitectónica. Se disolvió un sistema estético y compositivo, el clásico, que a pesar de sus variedades y evolución, tenía criterios unitarios e intemporales basados en el orden, la proporción, la simetría, la armonía, la jerarquía y la representación, y se entró en una nueva era en que desaparecieron las leyes compositivas universales. Los repertorios formales tendieron a ser inventados por un solo artista, o como máximo por un solo movimiento y recibieron solo un grado limitado de aceptación general. Y a lo largo del siglo el desarrollo abierto que ya apuntaban las vanguardias artísticas no ha tendido a disminuir sino que ha aumentado continuamente, la posibilidad de excluir sistemas alternativos, ya sean antiguos o nuevos, ha sido borrada..... El pluralismo de la condición posmoderna ha permitido legitimar toda posición arquitectónica[6] . Es posible que esto explique en parte, la aparente yuxtaposición de elementos de lenguajes actuales y pasados, que se acumulan en una composición de la arquitectura doméstica actual que parece carecer de lógica: el desorden es un orden que no podemos comprender.
Así pues, las transformaciones en el panorama de la vivienda de la Guadalajara pueblerina de principios de siglo a la metrópolis globalizada de este que se inicia, tendrían como fondo, los propios de las expresiones plásticas que se presentaron durante los últimos cien años y que, en combinación con las condiciones sociales, económicas y tradicionales de la ciudad, produjeron los resultados arriba descritos.
Al final del siglo XX, es notable el peso de los cambios de percepción de la realidad provocados por experiencias de una vida auxiliada por tecnologías antes desconocidas. Sobresale una marcada superficialidad tendiente a trivializar lo que antes tuvo un firme respaldo de pensamiento. Los cambios rápidos, la velocidad, la automatización. La estandarización, la masificación y la inmediatez que la tecnología nos ha facilitado en detrimento de la raíz profunda, alimentada por las tradiciones y la historia. La satisfacción instantánea a cualquier necesidad que demande nuestra vida cotidiana, velocidad electrónica, megas por segundo, control remoto, encendido instantáneo, tiempo real. Acceso a eventos distantes, comunicación, transculturación global que, apenas en proceso de asimilación, no permite una interpretación definitiva.
En el horizonte de la arquitectura porfiriana, cuando el eclecticismo y algunos desvíos exóticos daban forma al paisaje de la vivienda de la ciudad, se manifestaron las tendencias introducidas por el Arquitecto Luis Barragán en su obras locales de los años de 1929 a 1936, que se fundieron con el Neocolonialismo, dieron un acento particularmente propio al perfil de las viviendas construidas en las décadas de los veintes a los cincuentas, al mezclarse con la tradición popular del contexto local. Esto dejó una experiencia de apertura y asimilación de influencias, sin el abandono de las tradiciones propias.
Veinte años después. Un afortunado acierto, produjo un poderoso y definitivo impulso renovador a la arquitectura local, que aún no se ha valorado suficientemente en su trascendencia en la ciudad y la región, la fundación de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, por el arquitecto Ignacio Díaz Morales en 1948. La visión de su fundador permitió la conexión de la arquitectura tradicional regional con las corrientes internacionales del arte y la arquitectura, gracias a la formación recibida directamente de los maestros invitados, inmersos en las vanguardias plásticas europeas de la primera mitad del siglo XX. Aceptaron la aventura, entre otros, Bruno Cadore y Marcolongo, y Silvio Alberto Levati, de Italia. Horst Hartung Franz y Mathías Goeritz de Alemania, y Eric Coufal de Austria. Bajo la rigurosa dirección del mismo arquitecto Díaz Morales y el arquitecto Julio de la Peña, maestros todos, en el más amplio sentido, fueron sólido cimiento de las futuras generaciones que ya en la década siguiente, produjeron una arquitectura propia con sentido analítico y científico, característica de la región y con un resultado más universal.
Han pasado 59 años desde la fundación de la primera institución formadora de arquitectos de la región occidente. Ahora se presentan muchas alternativas a quienes se interesen en la arquitectura y en la ciudad, pero será necesaria una visión nueva del hombre universal que considere la toma de conciencia del mundo como unidad, sin perder su identidad. Nuevas perspectivas de la realidad y el futuro de las ciudades con conciencia ecológica global y sustentabilidad. Buscar alternativas para la producción de energía, atender la sobrepoblación, la distribución de la riqueza. Plantear nuevos paradigmas en el pensamiento de hombre sobre la sociedad y el individuo. Lo dijo el arquitecto Ignacio Díaz Morales. No hay que saber todo, solo lo más importante de todo[7]. El reto es enorme, las comunidades de profesionales, los centros educativos y las autoridades tienen la palabra.
C. Arturo Morales Ruvalcaba
[1] OLARTE Venegas Laura, Salvador Díaz García, Jaime Fernández Martín. Espacios, color y formas en la arquitectura. Guadalajara 1910 - 1942. Editorial Universidad de Guadalajara. Guadalajara Jalisco, 1990. Pág. 24.
[2] MATUTE Remus Jorge. La Guadalajara del Presente siglo. Segunda edición. Ayuntamiento de Guadalajara. 1978. Pag. 32.
[3] CAMBEROS Garibi Jorge. Compilador. Cuarenta años de enseñanza universitaria de la Arquitectura. Facultad de Arquitectura. Instituto de asentamientos Humanos. U. de G. Guadalajara 1992. Pág. 39.
[4]PEÑA, Julio de la. Dirección editorial. Jalisco. Cien años de arquitectura. Muestra de la arquitectura jalisciense del siglo XX. Ed. Amaroma. Guadalajara Jal. 2001. Pág. 42.
[5] Periódico Público. 4 de octubre 2006.
[6] Montaner Joseph María. Las formas del siglo XX. Editorial Gustavo Gili. Barcelona, 2002. Pág. 8. párrf.2.
[7] CAMBEROS Garibi Jorge. Compilador. Cuarenta años de enseñanza universitaria de la Arquitectura. Facultad de Arquitectura. Instituto de asentamientos Humanos. U. de G. Guadalajara 1992. Pág. 45.
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